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Cuarta Sesión, 22 de junio de 2002, 3 p.m. a 7 p.m.

CASO 21.

Reanudamos esta audiencia pública la cual entra a su cuarta y última sesión. Daremos inicio con la presentación de un video que muestra una experiencia que lamentablemente no hemos podido mostrar directamente. Se trata de la violencia ejercida contra empresarios peruanos por los movimientos subversivos.(video)La audiencia pública que estamos desarrollando en estos dos días nos permite comprender la tragedia vivida por Lima en las provincias cercanas. Pero, debemos reconocer que es sólo una aproximación parcial a la real magnitud del horror. Por eso queremos reconocer en este momento que hay muchos casos que aunque hubiéramos querido presentar no han podido ser recogidos por diversas razones, entre ellos se encuentra la realidad que hasta el día de hoy, debido al trauma psicológico, sufren las víctimas de la práctica aborrecible del secuestro, que llevaban a cabo grupos armados con el fin de obtener dinero y resonancia mediática.
Decenas de peruanos fueron forzosamente separados de sus familiares y sometidos a condiciones inhumanas de cautiverio mientras sus secuestradores se entregaban a negociaciones que se reducían a amenazas vulgares que pretendían ponerle precio a la vida humana. Queremos recordar estos hechos execrables a través de fragmentos del testimonio escrito por una persona que pudo sobrevivir a esta grave atropello. Omitimos a pedido de la víctima, su nombre.
" Me condujeron al lugar donde pasaría recluido largos meses, era un cajón de madera colocado dentro de un dormitorio. Las dimensiones del cajón eran reducidas, si levantaba la mano, alcanzaba a tocar el techo. Tampoco había espacio suficiente para estirar los brazos en cruz, sin tocar las paredes.
Durante el tiempo que duró mi cautiverio no volví a ver la luz del día, ni se me permitió bañarme. En aquel cajón hacía también todas mis necesidades. Me traían un lavatorio de plástico y una botella con litro y medio de agua. Con esto podía lavarme un poco las axilas y los genitales. En tales condiciones, enfermé. Tenía sarna en todo el pecho. También me picaba la espalda, tenía hongos en las entrepiernas y en los genitales y herpes en una nalga que se reinfectaba continuamente y me producía mucho dolor.
Perdí la curación de una muela, me supuraba el oído derecho y pedí ocho uñas de las manos. Pasé largos meses completamente desnudo. Mi cajón era nauseabundo. Yo no lo percibía pero cada vez que abrían la puerta para lanzarme la comida, veía sus gestos de repugnancia. Dentro de mi cajón había un envase de pintura que me servía para hacer mis necesidades. Durante la noche mi cuarto se llenaba de cucarachas, arañas y unos animalitos negros que salían de la madera. Aprendí a matarlos y a convivir con ellos.
Estas situaciones no deben repetirse, la horrible experiencia que hemos reseñado es el resultado de la completa desvalorización y profanación de la vida humana. El odio de los perpetradores y el dolor de las víctimas, nos atrapa a todos en un mismo cautiverio. Ignorar estas realidades por más terribles y chocantes que sean, nos mantiene a todos los peruanos, secuestrados en el silencio, en el prejuicio. En el resentimiento. Abrámonos a la liberación y a la reconciliación con nosotros mismos. Ella sólo puede provenir de la verdad".


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