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SESIONES PÚBLICAS DE BALANCE Y PERSPECTIVAS
líderes de izquierda

Sesión 10 de junio de 2003

Iris Jave (conductora):
Buenas tardes y bienvenidos. Vamos a dar inicio a la primera de las Sesiones Institucionales de Balance y Perspectiva que ha organizado la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). En primer lugar, vamos a observar un video que recoge algunos de los testimonios que la CVR pudo transmitir en las Audiencias Públicas que organizó durante estos últimos meses. Después los vamos a dejar con el doctor Salomón Lerner Febres, Presidente de la CVR, que conducirá el transcurso de esta sesión.

Salomón Lerner Febres:
Señoras y señores invitados, señores periodistas, amigos, amigas. Al dar inicio a estas Sesiones Institucionales de Balance y Perspectiva, deseo expresar en nombre de la CVR, de una parte, nuestra profunda solidaridad con las personas que el día de ayer han sido víctimas del alevoso atentado que todos conocemos. Debido a nuestro acercamiento, a lo largo de todos estos años, al terrible fenómeno de la violencia, nos hallamos especialmente sensibilizados frente a estas acciones que, contra todo derecho y toda moral, significan un atropello incalificable a la integridad y dignidad de la vida humana. Por ello, junto con nuestro pensamiento y apoyo a las víctimas, expresamos también nuestra condena más enérgica e inapelable frente a los delincuentes autores del secuestro.
Iniciamos las Sesiones Públicas de Balance y Reflexión y contamos, esta tarde, para ello, en primer lugar, con la presencia del señor Mario Huamán Rivera, Presidente de la Confederación de Trabajadores del Perú (CGTP), la central sindical más importante del país con una mayoritaria conducción de la izquierda. En segundo lugar contamos con la presencia del señor Javier Diez Canseco Cisneros, Congresista de la República, actual líder del Partido Democrático Descentraliza (PDD), y Secretario General del Partido Unificado Mariateguista (PUM) entre los años 1984 y 1988. En tercer lugar, se presentará el señor Alberto Moreno Rojas, Presidente del Partido Comunista del Perú Patria Roja (PCP-PR). Finalmente, tendremos la presencia del Congresista de la República, Henry Pease García, miembro de la bancada de Perú Posible (PP), miembro del Consejo Directivo de la Izquierda Unida (IU) a partir de 1985 y candidato a la Presidencia de la República en 1990 a la cabeza de la lista de la alianza electoral IU.
La izquierda peruana durante la mayor parte del conflicto armado interno estaba organizada en diversos partidos y sectores independientes que conformaban el frente IU; sin embrago, la mayor parte de esas organizaciones y del propio frente se disolvieron durante los años noventa.
La CVR ha invitado a los tres últimos tomando en cuenta que tuvieron importantes responsabilidades orgánicas en la dirección del mencionado frente y que mantienen actividad política significativa. Por otro lado, el señor Huamán Rivera, militante de izquierda, ha sido invitado en su calidad de dirigente sindical.
Al iniciarse esta sesión, me permito recordarles el contenido del reglamento aplicable y que obra en su poder. El mandato conferido a la CVR incluye un cuidadoso escrutinio de los hechos acaecidos durante los veinte años de violencia. En el desarrollo de este mandato, la CVR escucha las voces de aquellos que han sido víctimas de graves crímenes y violaciones a los derechos humanos, voces como las escuchadas en el video que ustedes han podido observar; pero también, las voces de instituciones y dirigentes que tuvieron un papel destacado en el proceso que le ha correspondido estudiar.
En este caso, la CVR ha convocado a partidos políticos y a instituciones públicas a fin de que realicen, de cara al país, un balance histórico del papel que jugaron, así como una reflexión sobre su visión de las perspectivas que tienen del Perú hacia el futuro y con relación a la creación de una cultura de respeto a los derechos humanos. Éste es el sentido profundo de estas sesiones que no buscan ser eventos de juicio público, ni de polémica, sino permitir al país escuchar la versión de cada uno de los actuales invitados.
La CVR pide a los dirigentes presentes hoy, ofrecer un balance institucional de su comportamiento; la sesión no se refiere a hechos de conducta individual. Los vamos a escuchar con atención y las conclusiones y recomendaciones de esta CVR serán presentadas en el informe final en el próximo mes de agosto.
A modo de síntesis de introducción, la CVR quisiera dejar sentadas algunas premisas:

Ante todo, ratificar que el conflicto armado fue provocado por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL), pese a que había entonces condiciones democráticas abiertas. En el contexto del conflicto armado interno que se desarrolló mediante un uso creciente del terror por parte de PCP-SL, el Estado democrático tenía la obligación de defenderse y de recurrir a las fuerzas del orden. Esto debía hacerlo, sin embargo, dentro del estricto respeto a los derechos humanos. Los hechos que le ha tocado analizar a la CVR muestran que ello no ocurrió así. Son precisamente esos graves hechos producidos en estos veinte años, los que han dado sentido a la creación de la CVR; y son estos hechos, finalmente, los que brindarán sentido a sus conclusiones y recomendaciones.
Asimismo, la CVR reitera que su perspectiva de análisis será fundamentalmente ética, con particular atención a aquellos que fueron víctimas de este conflicto y sin discriminación alguna. Es, a partir de estas premisas y dentro de este marco general, que se ubica la sesión que tendrá lugar el día de hoy y aquéllas que se sucederán en los días siguientes.
En la segunda mitad del siglo XX, grandes planes modernizadores fueron diseñados para lograr un Perú moderno. Las ricas pero mal irrigadas tierras de la costa debían ser polos agroindustriales de alto desarrollo e intensificación de la producción agrícola y, para ello, se planificaron grandes irrigaciones a lo largo del eje costero cuya construcción en los últimos cuarenta años ha transformado el paisaje social, económico y demográfico de esa región. Las riquezas de la selva debían integrarse a la economía nacional y, por ello, se planificó la Carretera Marginal, proyecto que empezó a ejecutarse en los años sesenta y ha seguido hasta hoy. En la sierra, la promesa de modernización no tuvo inversión y las pocas propuestas del Estado en ese espacio nos remiten a la Reforma Agraria; la ampliación de la cobertura educativa básica y superior; y a cierta inversión urbana en algunas de las capitales departamentales. En suma, es posible afirmar que el Perú que se modernizaba desde los años cincuenta no tuvo un gran proyecto ni una gran visión para la sierra de nuestro país. En el campo serrano, la masiva migración rural, principalmente hacia la ciudad de Lima; y las movilizaciones campesinas contra el régimen latifundista, transformaron la demografía y las estructuras de poder.
En los estudios realizados por la CVR, se observa que los conflictos entre sectores de la población o entre pobladores y el Estado, en los cuales se sustentaron los grupos subversivos, se asocian en forma particular a los procesos parciales e inacabados de modernización. Las transformaciones diferencialmente vividas tuvieron también efectos en el surgimiento y deterioro de una sociedad civil organizada, lo que incidió a su turno en las formas y los niveles de la violencia. Sin ningún recurso atractivo para el capital extranjero o nacional, ni polo económico dinámico, y mal integrado por una escasa y pésima infraestructura vial; el departamento de Ayacucho mostraba signos visibles de depresión económica, con uno de los Producto Bruto Interno (PBI) más bajos del país y altas tasas de migración de sus diferentes provincias hacia las zonas dinámicas de la costa o de la selva. En el entorno regional de pobreza y depresión, los movimientos campesinos y procesos de compras de hacienda por sus feudatarios; y finalmente, la implementación de la Reforma [Agraria] sobre los restos del sistema tradicional de hacienda, habían restado poder, influencia y peso determinantes en la ciudad y la región a los grupos de poder tradicionales.
La reapertura en Ayacucho, de la Universidad San Cristóbal de Huamanga en 1959, fue un proyecto educativo que renovó la ciudad y la conectó con el movimiento de modernización y progreso del país. Ésta se convirtió en el foco de dinamización cultural, política y económica de la región. Difusora de ideas progresistas y distancias de sectores tradicionales, la Universidad de Huamanga acogió, como el resto de universidades del país, las ideas radicales de los años sesenta y setenta. Desde su alta legitimidad regional, la Universidad irradió estas ideas hacia la ciudad y la región, ejerció casi un monopolio sobre la opinión pública modelando el sentido común local. Éste fue el espacio de surgimiento del PCP-SL cuya fuerte presencia en la Facultad de Educación le permitió ejercer una influencia importante en los maestros, y estuvo asociada al paulatino crecimiento de la cobertura educativa en las aéreas rurales crecientemente copadas por sus militantes que desarrollaron así su presencia en el campo.
El sector de la sociedad rural donde se inicia y desarrolla el conflicto armado corresponde a los márgenes sociales del país, irrelevantes para la economía nacional y los planes de desarrollo, donde el Estado no estuvo presente garantizando el acceso a infraestructura y servicios públicos básicos, ni cumplió su rol de garante de la tranquilidad, la seguridad y la propiedad de las personas. En términos generales, se trata de contextos rurales muy pobres donde la mayoría de población era quechua hablante y analfabeta – como lo vamos a ver en los gráficos posteriores- el espacio que se llamó despectivamente la “mancha india”, en el cual se incluye la sierra sur central, los departamentos de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. En estos espacios de pobreza rural, las únicas expectativas de progreso fueron individuales y no fueron otras que la emigración y el acceso a la educación. Hasta aquí tenemos un resumen de los antecedentes que explican el inicio del ciclo de la violencia.
Ahora resumiremos algunos datos estadísticos que nos dan un grueso perfil del itinerario y los resultados del conflicto, que podrán servir a sus organizaciones, señores invitados, para realizar el balance que nosotros les solicitamos.
En el primer gráfico, observamos cuando ocurrieron los hechos que condujeron a la muerte y desaparición de personas entre 1980 y el 2000; en él resaltan dos picos; el primero, entre 1983 y 1985; y el segundo, entre 1989 y 1991.
El segundo gráfico se refiere al lugar donde ocurrieron las muertes y desapariciones. En él se evidencia que el departamento de Ayacucho fue el principal escenario de muertes y desapariciones.
El tercer gráfico muestra una mayor incidencia de la violencia en el ámbito rural, si bien los espacios urbanos aumentan en importancia relativa entre los años 1989 y 1993. El 55% de las víctimas eran campesinos o se dedicaban a labores agropecuarias.
El cuarto gráfico expone con claridad un rasgo fundamental sobre el tema de quiénes fueron la mayoría de las víctimas. De acuerdo a las investigaciones realizadas por la CVR, el 75% de las víctimas era quechua hablante. Por otra parte, hasta el momento, la CVR ha contabilizado 1 224 autoridades locales muertas o desaparecidas como consecuencia del conflicto armado interno. SL sería responsable de más del 70% de estos casos.
El quinto gráfico expone: ¿quiénes serían los grupos responsables de los muertos y desaparecidos? Las cifras de la CVR muestran que aproximadamente la mitad de las víctimas fueron causadas por SL y un tercio por agentes del Estado.
El sexto gráfico muestra el número de víctimas ocasionado por los principales actores durante el ciclo de violencia. En él, resalta la disminución de muertos causadas por agentes del Estado durante los años 1989 y 1999.
Finalmente, el sétimo gráfico reúne las cifras de la muerte de civiles, miembros de las fuerzas del orden y de presuntos subversivos.
Presentados los antecedentes y los datos estadísticos más importantes, escucharemos en esta sesión la opinión de la izquierda peruana y de la central sindical más importante de la década de los ochenta. Debemos recordar que las organizaciones de izquierda, vigentes en los años setenta, se contaban entre unas de las más grandes y radicales de América Latina. En las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978, las organizaciones de izquierda alcanzaron alrededor del 30% de los votos y a lo largo de la década del ochenta, especialmente a través del Frente IU, obtuvieron victorias electorales en elecciones municipales y regionales, que incluyeron altas responsabilidades como aquélla de la Alcaldía de Lima.
Invitamos a los representantes presentes a exponer su reflexión teniendo en cuenta las preguntas que la CVR desea formularles:

¿Cuál era la posición de las organizaciones que ustedes representaban frente a la lucha armada como vía de acceso al poder? En otras palabras, ¿Cuál fue el comportamiento de sus organizaciones con relación a la democracia como un fin en sí mismo en la década de los ochenta?
¿Cuáles fueron las posiciones de sus organizaciones frente a las actividades y acciones del PCP-SL y el MRTA durante el periodo de 1980-2000?
¿Cuáles fueron las posiciones asumidas por sus organizaciones frente a las violaciones de los derechos humanos que se dieron durante el periodo mencionado?
Teniendo en cuenta el conjunto de datos que hemos presentado ¿Cuál es el balance global del ciclo de violencia interna? Y dentro de él, ¿Cuál es la revisión final y franca que hacen del conflicto armado interno?
Las respuestas a estas cuatro preguntas constituyen la primera parte de esta sesión, aquélla orientada a lo que hemos dado en denominar la etapa de reflexión. En primer lugar, voy a invitar al señor Mario Huamán Rivera, Presidente de la CGTP, a fin de que nos ofrezca sus puntos de vista sobre los temas planteados.

Mario Huamán Rivera:
Muy buenas tardes. Estoy muy agradecido, en representación de la CGTP, por esta invitación.
Se nos ha solicitado un análisis y una reflexión de los trabajadores en torno a la situación de los derechos humanos en el Perú, en el marco de la crisis nacional que tomó fuerza en la década de los ochenta del siglo pasado y que costó la vida a miles de peruanos.
Nos corresponde en este contexto hablar en nombre y en representación de los trabajadores. No somos una organización partidaria ni una estructura política, somos una central sindical que tiene objetivos definidos y procedimientos claros. Nuestra lucha es eminentemente reivindicativa, luchamos por alcanzar mejoras saláriales y obtener adecuadas condiciones de trabajo. Nuestro mensaje de fondo es ciertamente un mensaje político, pero no en el sentido de la política de partido, sino de la política de clase que reivindicamos en nuestro esquema de lucha.
Por eso, en el periodo que nos ocupa, no planteamos el tema de la toma de poder como podríamos haberlo hecho y lo hizo más de una organización política; tampoco formulamos un llamamiento en torno a formas armadas de lucha como hicieron algunos de los actores del proceso nacional. Para nosotros la lucha fue social, se circunscribió a la acción de masas y se resolvió en el plano del actuar cotidiano en procura de atención a las demandas de los trabajadores. Ello no excluye, sin embargo, la posibilidad de que en nuestras movilizaciones sociales hayan actuado grupos promotores de la violencia, empeñados en generar niveles distintos de confrontación. Tenemos la convicción que eso ocurrió sobre todo entre 1985 y 1990, y sin el respaldo de las estructuras sindicales operantes. Por el contrario, fuimos víctimas de ataques diversos y sufrimos en todo el periodo agresiones que costaron la vida a numerosos dirigentes sindicales. La expresión más clara de ello fue el crimen perpetrado contra nuestro Secretario General, Pedro Huillca Tecse, en diciembre de 1992; pero antes y después, sufrimos la muerte de muchos otros trabajadores y dirigentes sindicales entre los que podemos mencionar a Ceferino Requis, Enrique Castilla, Saúl Cantoral y Pedro Orellana.
De todos modos, invitados a abordar el tema nos parece un deber hablar del asunto, en este caso, del balance. El balance de los años de violencia en el país no puede ser soslayado y los datos estadísticos establecidos por la CVR aportan muchísimos elementos que deben valorarse en toda su dimensión. En primer lugar, nos confirman que el 75% de las víctimas de la violencia ocurrida en el país estuvo compuesto por pobladores quechua hablantes, es decir, población nativa de la que un 80% eran hombres con una edad promedio de 33 años. Se trató de una virtual guerra de exterminio, de una verdadera limpieza étnica orientada a eliminar a la población indígena que habitaba en numerosos poblados del interior del país, una manera brutal de acabar con una población campesina y rural; una matanza de indios se hubiera podido decir en otro contexto y en otras condiciones.
Seguramente antropólogos e historiadores recordarán que ese procedimiento tiene una cierta base teórica; ha habido en el país y también en otros países quienes han hablado de la necesidad de eliminar a las que han juzgado razas inferiores por considerarlas desechos sociales. Eso ha ocurrido también en Chile, bajo el régimen de Augusto Pinochet, y sucede hoy en Colombia cuando se busca eliminar a las llamadas poblaciones marginales que no son otras que las de campesinos pobres, habitantes de aldeas rurales y ciudadanos que carecen de representación en las esferas del poder, a los que se considera de alguna manera un estorbo para el progreso y el desarrollo.
El segundo elemento que debemos considerar deriva de lo que podría denominarse agentes del terror, agentes beligerantes que actuaron al calor de una confrontación que trajo secuela y muerte a las poblaciones del interior del país. En una formulación genérica resulta fácil admitir que los agentes del terror fueron dos: la organización terrorista Sendero Luminoso y el Estado. Y es verdad, pero difícilmente puede establecerse quién fue realmente el que mató en cada recodo del camino. Muchos de los crímenes, usualmente, atribuidos a SL o estructuras terroristas similares, en verdad, pudieron haber sido cometidos por agentes del Estado que, disfrazados de campesinos o vestidos como población civil, consumaron crímenes que se sumaron a la cuenta de SL, muchas veces con la complacencia de la organización de SL.
El tercer elemento de la reflexión tiene que ver con la naturaleza de los delitos. En este aciago periodo de la vida nacional se consumaron crímenes de diverso tipo: ejecuciones extra judiciales, desapariciones forzadas de personas, privaciones ilegales de la libertad, habilitación de centros clandestinos de reclusión, tortura institucionalizada. La comisión del conjunto de estos delitos no puede ser obra de un grupo irregular armado. Ninguno tendría los elementos indispensables para desarrollar acciones de ese tipo que requieren de copiosos recursos materiales, inmensas sumas de dinero, numerosas viviendas, unidades móviles, personal preparado anímica y militarmente, armamento sofisticado, entre otros, que nunca estuvieron, en esa dimensión, en manos de la población civil; sino sólo al alcance de los aparatos del Estado que tienen partidas especiales, presupuestos secretos e infraestructura de la que pueden disponer más fácilmente. Y es que no se trata de elementos que puedan presentarse de manera aislada en un determinado periodo del proceso social, resulta más bien la suma de diversos factores que se aglutinan y se completan. Para ello se requiere de un elemento adicional: la impunidad. Solamente cuando un grupo de personas tiene la absoluta seguridad de contar con el respaldo del poder y de que como consecuencia de ello no sufrirá represalia alguna por sus actos, entonces se considerará en libertad para actuar y de hecho lo hará: secuestrará a una persona, la ingresará a un centro clandestino de reclusión, la someterá a tortura y, finalmente, la matará; absolutamente convencido que jamás tendrá que dar cuenta de sus actos. Esta lógica siniestra suele justificarse arguyendo que responde al criterio de la obediencia debida, dicho de otro modo, los impulsores de esta ofensiva contra el pueblo se ocultaron bajo el mando de las ordenes superiores dictadas por alguien que estaba por encima de la estructura operante. ¿Quién podría estar encima y brindar no sólo las condiciones materiales, sino además la impunidad requerida? Ciertamente, sólo el poder. Ninguna organización que actúe por cuenta propia podría disponer de recursos operativos de esta magnitud. La impunidad, entonces, se convierte para nosotros en el cuarto elemento del debate.
Una reflexión final en torno al balance, entonces, debe llevarnos a una constatación: la violencia en el país no fue un hecho casual, ni fortuito; no fue tampoco, una catástrofe natural, ni una maldición divina; fue el resultado de un agudo y perverso proceso de confrontación inducido por fuerzas que operaron conscientemente y que actuaron con la idea de usar la violencia para fines no necesariamente revelados. Aquí hay que considerar el factor externo, la presencia de estructuras de terror y crimen que operaron antes en el país y que actúan hoy en el mundo con el deliberado propósito de imponer un modelo de dominación incompatible con los intereses de los pueblos.
No hay que olvidar, por cierto, que los aparatos represivos del Estado fueron preparados en la llamada Escuela Contrainsurgente existente en Panamá cuyas concepciones fundamentales se inspiraron en la denominada “doctrina de seguridad nacional” y que sus operaciones claves fueron consultadas con la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), y otras entidades similares. Un experto en el tema, el argentino Norberto Rey, nos recuerda que el discurso de esta política, en todos los casos, era sofocar todo intento de resistencia al retroceso de las condiciones de vida y de trabajo de los sectores populares; y a la absorción por parte de los monopolios de fracciones importantes de las burguesías locales, otrora socios menores de los capitales transnacionales. En este contexto el Estado se convertía en el principal instrumento del terror.

Salomón Lerner Febres:
Muchas gracias señor Huamán. Como bien se sabe, la CVR expresará sus conclusiones sobre este tema y sobre muchos otros en su informe final. Apreciamos la intervención del señor Huamán y estamos seguros de que el país lo ha escuchado con atención. Invitamos ahora al congresista Javier Diez Canseco a que suba para que contestar y expresar sus puntos de vista en torno a los cuatro temas planteados por la CVR.

Javier Diez Canseco:
Doctor Lerner, señores y señoras miembros de la CVR, amigos y amigas presentes en esta sesión. Es sin duda difícil responder a las preguntas de la CVR porque se trata de hablar sobre un hecho en el que no se trata de escribir una historia oficial, ni de reescribir lo ocurrido para acomodarlo a las circunstancias vigentes, sino de hacer una reflexión crítica e introspectiva de las organizaciones que hemos participado en el quehacer político que permitió el desarrollo de estas circunstancias; y este pensamiento es difícil de poner en práctica. Por ello, quiero también señalar que resulta difícil diferenciar la actuación institucional de la persona, el sufrimiento colectivo del individual, y el precio que la familia de cada uno de nosotros los peruanos y los actores políticos pagó en este proceso.
Es, sin duda, fundamental señalar que las fuerzas de izquierda, en el proceso y en el periodo materia de análisis, estuvimos actuando en un contexto internacional muy preciso que no solamente tuvo como eje central el desarrollo de la Revolución Cubana, a fines de la década del cincuenta; sino que tuvo también la marca y el sello a fuego de la experiencia de la transformación pacífica que se propusieron el Presidente Allende y el socialismo en Chile, y la forma como ésta fue ahogada a sangre y fuego. Y vivimos también marcados por la experiencia de los pueblos centroamericanos, de las brutales dictaduras que enfrentaron en Nicaragua y El Salvador, y de los infructuosos procesos de buscar transiciones institucionales en el transcurso de esas historias. A veces, hicimos calco y copia de lo que formuló aquel que inspiró el pensamiento socialista en el Perú: José Carlos Mariátegui; y adoptamos la impronta de experiencias que creímos respondían a los retos de transformación que dramáticamente demandaba el país. Pero no puedo dejar de decir que creo que la izquierda peruana, que se agrupó alrededor de la IU, fue, sustancialmente, una fuerza democratizadora en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX. Es indiscutible que esa izquierda procesó una transformación en la concepción, desde nuestro punto de vista, de una determinada lectura del marxismo y del socialismo que representaron los manuales de Stalin sobre Lenin; y que transformó la concepción de asaltar el poder por la concepción de construir poder social y fuerzas sociales, instituciones, movimientos y un sentido común capaz de llevar adelante la transformación que buscábamos para el país. Creo que este es un elemento de distinción fundamental entre esta izquierda y SL y su lectura del marxismo. No me lleva esto, sin embargo, a desconocer que en nuestra propia lectura ideológica hay un conjunto de elementos que -debemos ser conscientes- alentaron, y en algunos casos, aún alientan, el sectarismo y la intolerancia. Y una de estas concepciones es la creencia de que poseemos en exclusividad una ciencia y que esa ciencia nos da la posesión de la verdad, y que esa verdad excluye de la misma a aquellos que no poseen esa ciencia. Esta intolerancia y esta visión pueden alimentar conductas sectarias; a veces, en sus lecturas extremas atroces, como las pueden alimentar determinadas creencias y fe religiosas absolutas y totalmente intolerantes. Por eso, creo que es inaceptable pretender colocar en un mismo saco pensamientos que pueden tener raíces originarias comunes pero que tienen lecturas concretas y prácticas distintas que la experiencia así evidencia. La izquierda que se agrupó en IU buscó construir gobierno y poder, y sostuvo que la construcción de una democracia sólida en el país era la construcción de una democracia integral que se planteaba en el campo no sólo político sino en los campos económico y social. Y creo que con todos sus defectos fue y sigue siendo una fuerza que se juega por la inclusión, por una sociedad dispuesta a incluir y no a excluir. Pero es indudable que en este proceso, en nuestra mente y en nuestra práctica, jugó lo viejo y lo nuevo; y se contradijeron y se enfrentaron ideas renovadoras con ideas sectarias y antiguas, porque así somos los seres humanos de contradictorios en nuestras prácticas y en nuestra reflexión.
Pero no puedo obviar, de acuerdo a los cuadros que ustedes han presentado, que los lugares que constituyeron el accionar de la izquierda a mediados del siglo XX, no fueron las bases centrales del desarrollo de Sendero Luminoso. No fue en La Convención, donde se levantó Hugo Blanco con el movimiento de arrendires por la Reforma Agraria, donde se desarrolló el senderismo. No fue en las minas del centro donde el movimiento laboral se organizó, luchó y conformó la Federación Nacional Minera en vigorosas marchas, donde se organizó el senderismo. No fue en el movimiento de trabajadores azucareros organizados en la lucha por la Reforma Agraria donde se organizó el senderismo. No fue Lima, base principal de las fuerzas políticas de IU y del triunfo de Alfonso Barrantes a la Alcaldía de la Municipalidad de Lima, base sustantiva del senderismo. No fue en el vigoroso pueblo de Arequipa, de larga tradición de izquierda, donde se organizó el senderismo, ni tampoco el Cusco fue base fundamental de este movimiento. Puno fue, por su parte, una base central de resistencia a la expansión de Sendero Luminoso.
De forma tal que, creo que en nuestra historia los zanjamientos con SL fueron teóricos y prácticos y, también, tuvieron un sello de sangre. Yo no puedo obviar ahora que testimoniamos a Teófilo Rímac Capcha y a Ceferino Requis, asesinados en Pasco; a Víctor Cajachahua, dirigente sindical asesinado en su propio sindicato en Morococha; a Saúl Cantoral y Consuelo García, de la Federación Nacional Minera; a Jesús Oropesa dirigente minero de las provincias del Sur de Ayacucho; a Pedro Huillca; o al dirigente de la Federación Textil de La Unión, Enrique Castilla; asesinados por Sendero Luminoso unos, y otros, por el accionar del terror del Estado. No puedo olvidar al compañero Huarsalla de Puno; a Eusebio Pomallaqta de Imperial; a los dos dirigentes de las comunidades de Antilla que desarrollaban el esfuerzo de la resistencia de las comunidades frente a la agresión de la que eran objeto; ni a Porfirio Suni, Diputado Regional de Puno; ni a Eriberto Arroyo Mío, Diputado Nacional de Piura; ni al Juez de Paz César Vera, asesinado en Ayaviri; ni las amenazas y muertes contra alcaldes y regidores de izquierda como de otros partidos políticos. No puedo olvidar esta realidad, pero tampoco puedo olvidar que esta izquierda en medio de este complejo proceso hizo un esfuerzo por tratar de hacerle comprender al país que el terror no provenía exclusivamente de SL y que una estrategia subversiva que tuvo un marcado ceño en el terror fue respondida con una estrategia antisubversiva que tuvo un sistemático manejo del terror. Y que el Estado sistemáticamente, y no como hechos aislados, aplicó una política de exterminio sobre determinados sectores. El terror se respondió con terror y la cultura del miedo se impuso en este terreno.
Quiero reivindicar ante la CVR el esfuerzo que hicimos diversas mujeres y hombres de la izquierda peruana por abrir terreno a los que eran temas de elites en ese periodo: el tema de los derechos humanos en el Perú y el tema de que la legalidad del accionar del Estado que deriva de una actuación conforme a normas y reglas en las que no todo vale y en las que la razón de Estado no es argumento para encubrir la ejecución extrajudicial, el fusilamiento indebido de personas sin proceso, la tortura o la desaparición forzosa de personas.
No puedo olvidar, señores miembros de la CVR, la dolorosísima experiencia de haber ido con un dirigente y Diputado de Acción Popular a visitar a un Ministro del Interior llevando con nosotros a Georgina Gamboa, embarazada de una violación múltiple en Vilcashuamán, y recibir como respuesta a nuestro reclamo de atención y justicia la pregunta de “¿qué nombre le pondrás a tu hijo, Sinchi si es hombre o Sincha si es mujer?”. Y habernos levantado un izquierdista y un acción populista de la mesa quienes, frente a una reacción de este estilo, nos retiramos. No pretendo, con ello, involucrar en esta conducta al conjunto del aparato del Estado y de los elementos que asumían este proceso, pero si quiero señalar lo doloroso y profundo que fue este proceso para muchos de nosotros en aquel entonces. En este campo quiero decir entonces que, en el caso del Perú, nuestra posición tuvo frente al tema de la violencia una aproximación que tenía determinados elementos tradicionales en la lectura marxista: en primer lugar, la violencia es un hecho fáctico; y en segundo lugar, es un fenómeno presente en nuestra realidad concreta. Muchos de nosotros, en los esfuerzos de organización de movimiento sindical, veníamos de la experiencia de la matanza de Cobriza de los mineros del centro del país; veníamos del despido masivo de los trabajadores que se paralizaron el 19 de julio de 1977 para reclamar transformaciones democráticas y justicia social.
Pero no puedo, tampoco, señalar que hemos representado una lectura exclusiva del manual clásico. Creo que esta izquierda es más hija de la lectura de César Vallejo, de Ciro Alegría, de José María Arguedas, de Manuel Scorza, de aquellos que testimoniaron una sociedad con grandes mayorías excluidas; y es también, una izquierda, por lo menos aquélla con la que nos identificamos, que es mucho más hija de la lectura de Gramschi y de la idea de una construcción de la concepción de la hegemonía política antes que la del asalto al poder. Y éste fue el elemento de diferenciación central con Sendero Luminoso, un elemento de diferenciación además, del Marxismo y de la Dialéctica, y un elemento de diferenciación con el Pensamiento Gonzalo que convertía toda contradicción en contradicción antagónica, donde había de eliminar al oponente, lectura simplista pero brutal del marxismo que produjo un fenómeno que, sin duda, nos distanció ideológicamente. En términos prácticos creo que hemos podido graficar también los problemas de este distanciamiento.
Finalmente, quisiera señalar que creemos que, como ha descrito la CVR al iniciar esta sesión, este es un país marcado por grandes brechas de injusticia social y económica, y enormes brechas políticas entre sectores de la población; donde la palabra del mudo sigue, todavía, esperando ser escuchada. Quisiera señalar también, que el terreno de la violencia en el Perú seguirá siendo un terreno fértil mientras la concepción de paz no vaya acompañada por el cimiento de la justicia social. Y éste es un elemento fundamental que va junto a otro: construir institucionalidad. Es indiscutible que la violencia florece y se desarrolla ante la ausencia de canales institucionales confiables, creíbles y viables en el país.
Por ello, hemos señalado nuestra política de condena a la violación de los derechos humanos y somos autocríticos frente a cualquier vacilación que hayamos tenido frente a aquellos que utilizando el terror pretendieron justificarlo con cualquier mecanismo que en la justicia pretendiera encontrar la razón de un accionar de este estilo, extraordinariamente brutal y condenable. Y queremos rescatar la peculiaridad que tiene este proceso en las circunstancias en las que se está desarrollando el trabajo de una CVR en un país que no ha acabado de zanjar con el ciclo de la violencia, en un país en el que si bien gran parte de estos contingentes y de este accionar ha perdido presencia hay elementos supérstites que continúan operando y que hacen más difícil el doloroso proceso de reconocer la verdad y de transformar conductas que hay por delante. Y es éste un esfuerzo en el que sin duda queremos contribuir. Fuimos actores activos del esfuerzo de investigar las violaciones de los derechos humanos, quizás, concentrándonos, enfatizando centralmente en la fiscalización sobre el aparato del Estado que tenía el monopolio legal sobre la violencia, y desarrollando poco, la investigación de la violencia terrorista sobre la población civil que fue la víctima central de este conflicto en sus sectores más empobrecidos.
Más allá de nuestros aciertos y errores, creemos que tenemos que asumir nuestro compromiso con un país que requiere institucionalizarse y sentar bases para la paz sobre la base de la justicia social y del compromiso de los diversos actores económicos y sociales en la búsqueda de un país con menos inequidades, con más justicia y con más condiciones para el desarrollo del ser humano, así como con construir una democracia en que las autoridades respondan ante los ciudadanos que las eligen y ante quienes deben rendir cuentas. Ésta es, señores y señoras miembros de la CVR, nuestra reflexión y nuestro testimonio institucional en este proceso, en el que llevamos grabado en el corazón y en la memoria el nombre de aquellos y aquellas que quedaron en el camino, y donde todas las partes pagaron un alto esfuerzo por hechos que esperamos que no se repitan nunca más. Gracias.

Salomón Lerner Febres:
Muchas Gracias, señor Congresista. Hemos escuchado con atención y el país también lo ha hecho. Es necesario, es un leit motiv de toda esta reunión y es fundamental decirlo: la CVR expresará su juicio en torno a todos los temas materia de su estudio en su informe final. Invitamos ahora al señor Alberto Moreno, Presidente del Partido Comunista del Perú Patria Roja (PCP-PR) a que sea tan gentil y suba al escenario para brindar su testimonio. Los señores expositores tienen en esta primera parte hasta veinte minutos para hacer su presentación.

Alberto Moreno:
Señor Presidente de la CVR, señores Comisionados, señoras y señores. Me siento honrado de dirigirme a ustedes para exponer las reflexiones del PCP-PR en torno de los sucesos penosos vividos durante las pasadas décadas de violencia, acaso aún no superados. Como partido político fuimos también víctimas de esos hechos, y muchos militantes nuestros como Ledgar Muñoz, Diputado Regional; Juan Corilloclla, dirigente magisterial; Marcelino Pachari, Alcalde de Azángaro; Norman Bedoya, profesor universitario de Puno; entre otros, fueron asesinados cobardemente por el terrorismo y también por la acción violenta de las Fuerzas Armadas y Policiales.
Es pertinente recoger un antiguo proverbio africano: “si no sabes a dónde vas, regresa para saber de dónde vienes”. Parte sustantiva de la cultura nacional, que está en la base de sus muchas frustraciones, desencuentros y fracasos, es la tendencia a mirar el presente como si careciera de raíces que lo nutrieron o a perder de vista el futuro sin el cual no hay rumbo seguro ni confianza en las posibilidades disponibles. La violencia, señor Presidente, es, en nuestro caso, estructural y adquiere muchos tonos a largo de la historia; el más trágico, pero no el único, fue la guerra interna que alcanzó niveles terriblemente irracionales en las décadas de los ochenta y noventa, pero no debemos cometer el error de olvidar los aciagos sucesos de los años treinta y otros posteriores.
La izquierda, en este caso particular el partido que represento, no estuvo ajena en esos tiempos a la idea del papel de la violencia como un factor del cambio social, idea que correspondió a una corriente de pensamiento mundial y latinoamericano en ese momento. Pero entre los conceptos, los criterios y los debates que se produjeron, y la acción práctica, hay un abismo de diferencia.
El Perú nació escindido a la República, excluyendo a la inmensa mayoría indígena, campesina y negra, a quienes se les negó su condición de seres humanos y sus derechos fundamentales en beneficio de las pocas familias que heredaron los privilegios de la Colonia. Esta exclusión fue posible por el poder concentrado de la economía, del poder militar y la cultura y por el predominio de una ideología racista y autoritaria en colusión con fuerzas extranjeras. El sueño de libertad, igualdad, justicia, democracia, independencia y de integración se esfumó y las secuelas de esto continúan hasta el presente. A ciento ochenta y dos años de fundada la República, los grandes temas que debieron resolver sus elites dirigentes continúan irresueltos. Seguimos siendo una sociedad fragmentada, desintegrada entre sus regiones, con abismales diferencias que excluyen a muchos y benefician a pocos, con desarrollos desiguales, con un enorme atraso cultural de acuerdo con los estándares mundiales, con poblaciones étnicas que recién empiezan a ser reconocidas. Todo esto en el contexto de una fase histórica de cambios titánicos como la globalización de las comunicaciones y de la economía en el que permanecemos con desconexiones regionales y con polarizaciones inaceptables. En un mundo donde la educación y la cultura; y la ciencia y la tecnología deberían ser ejes fundamentales del desarrollo nos encontramos dentro de los países más atrasados de la región. Las fuerzas de cohesión de toda sociedad son los grandes valores morales que la nutren, le dan sentido, fuerza, pasión, mito; en suma, voluntad de realización. Por desgracia no la tenemos. Marchamos como un barco a la deriva sin un puerto de llegada seguro. Domina el “presentismo”, la aspiración coyuntural, el ventajismo fácil desde el Estado o fuera de él; en lugar de una cultura del trabajo, de la honestidad, de la solidaridad. Ni siquiera hemos logrado afirmar, en la diversidad de que nos componemos, nuestra identidad plena como país. Seguimos careciendo de mito, de proyecto nacional, de sentido de realización que nos lleve por una ruta firme y consensuada.
¿ Sabe alguien con certeza adónde vamos? ¿Imaginamos el Perú del 2050? Es verdad que acumulamos enormes urgencias y necesitamos respuestas prontas, hay que asumirlas; pero debemos convencernos también de que nadie está en capacidad de resolverlas en cinco años. Lo que al Perú le falta es voluntad política, previsión y confianza en la fuerza del pueblo para hacer realidad los sueños que tiene desde hace tantos siglos. Javier Mariátegui señaló con lucidez: “El Perú ha tenido clase dominante pero no clase dirigente”. Requerimos una fuerza dirigente nuclear capaz de aprovechar las potencialidades disponibles, de señalar un rumbo que comprometa a todos y no sólo beneficie a pocos como ha ocurrido hasta el presente. El siglo en el que hemos ingresado representa un reto gigantesco pero también una oportunidad excepcional que, desafortunadamente, se está perdiendo, situación que estamos aún a tiempo de revertir. El arte de la política consiste precisamente en saber anticiparse y aprovechar las oportunidades. En este escenario debemos entender el fenómeno de SL y también la respuesta del Estado y de los militares a lo largo del conflicto vivido en las décadas pasadas. No como hechos aislados producto de la voluntad mesiánica de Abimael Guzmán o como respuesta espontánea de las Fuerzas Armadas; sino como la culminación, en su forma más trágica y brutal, de lo que venía madurando a lo largo de los siglos. No pretendemos excluir sus responsabilidades, que son enormes y sancionables, pretendemos solamente señalar el escenario que pudo parir un fenómeno semejante.
Desde los orígenes de la Independencia, las Fuerzas Armadas asumieron el rol de poder armado, más de la mitad de la vida republicana vivimos bajo regímenes militares y dictaduras sin más ley que su voluntad y más horizonte que sus ambiciones personales. La democracia fue casi siempre [informal] y sigue siendo todavía precaria. Los sectores populares, trabajadores, intelectuales, campesinos, étnicos, femeninos, jóvenes, de madres de familia, culturales, en general no encontraron ni encuentran vehículos de solución apropiados que no sean muchas veces a través de la fuerza, y no pocas veces fueron aplacados a sangre y fuego. El Perú requiere recursos de fondo en lugar de paliativos que sólo logran prolongar el drama. Las tensiones sociales se acumulan en medio de una crisis estructural y endémica de las políticas y de la cultura. Los periodos de decadencia no son precisamente de estabilidad y de orden sino de tensiones y convulsiones.
SL expresó la confluencia de condiciones objetivas reales, sobretodo en las regiones más pobres y atrasadas; con la voluntad subjetiva, mesiánica y aventurera que creyó que la ley estaba seca. Falló en sus cálculos y al final terminó devorado por la lógica de violencia que había iniciado. El terrorismo fue la expresión extrema para justificar lo que ya tenía perdido en el ámbito de la política y la moral, es decir, el respaldo de la población. Quisiera aprovechar esta oportunidad para desmentir el supuesto maoísmo de SL. El pensamiento de Mao y su experiencia práctica en la Revolución China disienten radicalmente con el pensamiento y la acción de SL; no hay punto de conexión ni como concepción, ni como estrategia, ni como método, ni como relación con el pueblo. Por lo demás, toda experiencia histórica es irrepetible excepto como farsa.
Las Fuerzas Armadas tampoco escaparon a su sino histórico. Expresaron, más allá del manejo de sus mandos y de la estrategia que siguieron, ese mismo sino de resolver la crisis y las tensiones sociales con el concurso de la violencia sin límite, del miedo, del terror; y, para ello, la violación a los derechos fundamentales de los ciudadanos fue funcional a la defensa de su estrategia.
Existen responsabilidades, entre ellas, del Estado por este hecho acumulativo a lo largo de la República; pero, igualmente, de las elites que manejaron el destino del Perú en función de privilegios subalternos, y no de un país que tuvo y tiene enormes condiciones para ser distinto y mejor. También en la fragilidad y, las más de las veces, en la intermitencia de la democracia peruana; casi siempre avasallada por el militarismo, el autoritarismo, el sentido aristocrático y burocrático del gobierno, por la corrupción y la prebenda; en la ausencia de instituciones fuertes que ordenen la sociedad en lugar de su precariedad sujeta, casi siempre, a los dictados del poder real; en la débil práctica democrática y el atraso cultural de la población que impide afirmar ciudadanos libres, conscientes, capaces de hacer respetar los derechos que le conciernen y de hacer valer su dignidad y autoestima; en el abismo social y la polarización política y económica donde la justicia social está ausente, una sociedad justa, equilibrada, libre de pobreza y fundada en el trabajo no dará cabida a la violencia política y social; en la cultura del miedo, de la aceptación ciega, del temor a la prepotencia del más poderoso, en la corrupción institucionalizada que quiebra dignidades y doblega voluntades.
También, asume su cuota el centralismo que debió empezar a resolverse desde los orígenes de la Independencia para permitir al país un desarrollo armónico y que, sin embargo, se acentuó hasta convertirse en un verdadero cáncer que asfixió la integración nacional, el desarrollo de los pueblos y la creación de un verdadero mercado nacional.
Sacando lecciones de este hecho luctuoso, sangrante: ¿Podría afirmarse que el Perú ha comenzado a cambiar? Todo parece indicar que el olvido una vez más cubre de cenizas el campo. ¿Continuarán las causas acumuladas a lo largo de la historia y se convertirán en el pretexto de situaciones parecidas que no deseamos? Lo dirá el tiempo. ¿Sabremos aprovechar las oportunidades que se nos presentan para iniciar otro camino que termine con las lacras del pasado y señale nuevos derroteros con verdadero sentido de nación, de justicia social, estabilidad duradera, integración y desarrollo de cara al siglo XXI? ¿Persistirá la intolerancia de la cual, hoy mismo, el PCP-PR es víctima y hace que se cierna sobre él la amenaza persecutoria represiva sin una prueba que lo demuestre? Es penoso constatar que el Perú se desangra en debates de menor monta mientras los grandes problemas, los que deciden su destino, poco importan. Deseamos que la tragedia vivida no vuelva a repetirse, pero para que ello ocurra hay que cerrar las válvulas que la hicieron posible y canalizar sabiamente las grandes energías que laten en millones de peruanos que quieren trabajo y aspiran a entregar sus conocimientos y capacidades, en lugar de a migrar al extranjero.
Por eso, nuestra persistente propuesta de refundar la República, de construir un proyecto nacional que le proporcione dirección duradera, de dotarla de una base constitucional sólida, moderna y proyectiva. En esta tarea cabe la inmensa mayoría de peruanos. Los hombres y mujeres de la izquierda que continuamos en la terca puesta de Mariátegui por el socialismo no nos eximimos de responsabilidades. Fruto de tales errores fue el derrumbe de la IU. La incompetencia para continuar el camino trazado por el Amauta nos llevó al estrechamiento oposicionista y reivindicativo, en lugar de construir una gran fuerza política, intelectual y moral capaz darle al Perú un proyecto, una fuerza organizada, una solvencia moral que galvanizaran la pasión y la confianza de millones de hombres y mujeres que hace mucho buscan el cambio. También nos llevó a esto, porqué no decirlo, la falta de madurez para ser flexibles en la táctica sin perder por ello el rumbo que nos trazamos.
Nada de estos errores puede ocultar el hecho cierto de que nos hemos mantenido en la lucha y persistido en la defensa de nuestros ideales; así como asumido con firmeza la defensa, en los momentos más difíciles, de la democracia, de la dignidad nacional, de los derechos humanos, de los intereses de los excluidos, de los trabajadores, de los jóvenes, de la mujer, de las poblaciones étnicas, de los marginados de la patria. Constrúyase una sociedad justa, una democracia sólida y participativa, un pueblo libre y soberano, una patria independiente que decida por sí su destino, un país con prosperidad creciente, una humanidad culta, fraterna y solidaria que se enraicé en esta tierra y en esta historia, que se abra al mundo desde su identidad, sin complejos de inferioridad; entonces la violencia será un asunto del pasado, un recuerdo doloroso, pero un recuerdo. Gracias.

Salomón Lerner Febres:
Reiterando que la CVR expresará su juicio sobre todos los asuntos de su mandato en el informe final. Agradecemos al señor Alberto Moreno su presentación que ha sido escuchada con atención por ustedes y por el país e invitamos al Congresista Henry Pease a que por favor suba para hacernos su presentación.

Henry Pease García:
Señor Presidente y señores Comisionados, amigas y amigos. Yo no puedo hablar a nombre de una organización. No fui parte de ningún partido, tampoco me definí marxista o marxista leninista. Fui parte sí de una izquierda que quería un socialismo democrático y encontré en la alianza electoral IU un camino en esa dirección.
Yo voy a tratar de responder las tres preguntas que me pusieron por escrito comenzando por una anécdota. Me invitaron a última hora, el día de la inscripción, a ser candidato a Teniente Alcalde en 1983 con Alfonso Barrantes. No tuve tiempo de discutir con él mucho, había que inscribir la lista. Había tenido muy poca relación directa con él, conocía a la mayor parte de gente de izquierda, habíamos tenido muchas actividades académicas en las ciencias sociales de entonces y de ahora, muchos de los temas del marxismo más allá de los aspectos estrictamente ideológicos o programáticos estaban presentes, eran estudiados, eran debatidos. Y yo quise tener una conversación a solas, aunque fuera después. En mi escritorio yo tenía la colección de la revista Oiga, y en esa revista había una entrevista que le habían hecho años atrás en la cual él se proclamaba estalinista. En la conversación que luego sostuvimos, yo le mostré la revista, le hice un comentario y le dije: “éste para mí es un punto límite”. Pero le dije: “hay uno mayor y es que mi apreciación” -hablo de fines 83 o principios del 84- “es que hay vacilación frente al problema de Sendero Luminoso”. Yo no tengo la menor duda de que IU y los partidos que la integraron son absolutamente diferentes de SL porque dieron un paso que era una apuesta por el régimen democrático. Sin embargo, sí creo que hubo vacilaciones de distinto nivel, desde la justificación de hechos hasta la debilidad en la crítica. Vacilaciones que evidentemente las usó muy bien el gobierno o los gobiernos o los sectores más duros y por eso le hice esa pregunta. Barrantes me contestó rotundamente que él estaba contra toda vacilación y que avanzaríamos por ese camino. Yo creo que se avanzó en ese camino y que el congreso de Huampaní fue, incluso en algunas partes de sus documentos, un avance. Pero, ciertamente, hay una suerte de constataciones que hoy podemos decir pero no ha cambiado lo que fue la realidad.
Indudablemente, la violencia es fruto de la exclusión. No hay exclusión que de alguna manera no llegue a la violencia, salvo que disperse absolutamente al excluido. El Estado Oligárquico podía facilitar la exclusión por las mediaciones semiserviles y hasta por el liderazgo, por llamarlo así, que ejercían paternalmente los gamonales, pero era una sociedad incomunicada. Esa violencia, hija de la exclusión, se trasladaba también a las relaciones al interior de IU. La violencia comienza con la palabra, por ejemplo, yo recuerdo muchas veces: “Hay que zanjar”. ¿Qué cosa es zanjar? Abrir una zanja meter al otro adentro y taparla. ¿Ésa era la lógica de una discusión? Nuestra madurez, entre otras cosas, provenía de que acá no habíamos tenido ninguna experiencia democrática. Yo escuche al ex-Premier Trelles decir, por ejemplo, que la mejor experiencia democrática había sido la República Aristocrática, los años entre 1895 y 1919, que Jorge Basadre llama así. Ella no solamente no representaba al país sino que era el feudo de los aristócratas manejado con reglas, sí había sido un periodo de reglas. En ese sentido: sí, cuando en los sesenta hablamos de democracia formal lo decíamos con claridad, pero también de ahí nos fuimos al extremo de decir: “democracia formal no, mejor democracia directa”. El tema de las instituciones es un tema acerca del que no se había reflexionado en esa época, y eso es fundamental. Eso creo que “recomplementa” la afirmación que hago de que los partidos que conformaron IU no solamente confrontaron con SL y tuvieron muertos, sino que eran otra puesta en la que podían haber vacilaciones; había un énfasis en la lógica y en la prioridad de la lucha armada para muchos de sus dirigentes y militantes que, sin embargo, estaban en la vía electoral, estaban gobernando municipios, estaban ejerciendo en el Parlamento, y al mismo tiempo estaban bajo un régimen no institucionalizado de democracia donde el poder al final se imponía siempre a las patadas.
Para cerrar este primer punto quiero recordar la más grande movilización política que haya habido en Lima: la Marcha por la Paz que convoqué como candidato de IU el día en que SL anunció un paro armado. Esa marcha por la paz que contó con la adhesión de todas las fuerzas políticas y de todo tipo de instituciones, ha sido la más grande manifestación pública hecha en el Perú; más grande que la que había sido la anterior más grande que había sido la Marcha por las Malvinas. Y eso no es una casualidad, y es que hay un proceso en el cual se va acentuando la diferenciación, pero también la crítica, el cuestionamiento. La pregunta central era: ¿cuál era el lema central de esa marcha? “No matarás ni con hambre ni con balas”. Eso es importante decirlo porque yo recuerdo en los primeros años de SL y del gobierno de Fernando Belaúnde Terry haber escuchado decir: “hay que usar a SL para acabar con la izquierda”, “hay que usar a SL para acabar con eso que botó al gobierno militar”. Y eso era parte del pensamiento de derecha en el Perú en ese momento, y eso era algo frente a lo cual nosotros reaccionamos. Pero el “no matarás ni con hambre ni con balas” era una opción clara que nos diferenciaba de SL. Y yo sostengo que allí comenzó su derrota política fuera de las que al interior de las discusiones de los partidos de la izquierda hubiera tenido antes.
En la segunda pregunta, se me pide un balance de las organizaciones de izquierda y la lucha armada como vía legitima de acceso al poder en la década del ochenta. En mi opinión no soy la persona indicada para hacer el balance de las organizaciones de izquierda, sí puedo decir que yo no me inscribí en ningún partido de izquierda en la década del setenta ni en los ochenta porque ése es un punto que yo no suscribía. Ése es un punto que estaba muy presente, sin embargo, no me hacia olvidar que el resto que yo veía en la escena política estaba del otro lado de la mesa; y es que el problema central es el del problema de la exclusión, que hoy día se da de otras maneras. Friedrich Von Hayek, uno de los padres del neoliberalismo, declaró aquí en Lima que uno de los últimos legados que quería dejar a la humanidad era convencer que es demagogia hablar de justicia social, porque hasta eso es un problema del mercado. Revisemos la década del noventa, revisemos incluso los fundamentalismos de hoy, y veamos ese casino mundial en que se ha convertido la economía, donde parece que es muy bueno y muy servicial para el bien común que simplemente el dinero cree dinero y que la especulación esté creando una serie de males a millones de personas en la crisis asiática y otras más. Esto lo sostenía hace poco el director de la Le Monde Diplomatique en un programa de televisión donde no se le entendía lo que quería decir. Y es que el fondo del problema del Perú, es el problema de cómo salir de una sociedad excluyente, en todas sus dimensiones de cómo salir de la pobreza.
Se ha dicho muy bien lo que significa Ayacucho y la sierra en general con relación al desarrollo de otras partes del Perú. Creo que eso me libera de mayores comentarios. Lo que sí puedo señalar es que nos falta mucho para poder hablar de democracia. Yo sostengo que la IU y los partidos que la integraron fueron un gran avance en democracia. Pero en esa época e incluso ahora, todavía se entiende la política como confrontación, no como concertación. No conozco democracia existente en el mundo donde la lógica sea la lógica del enemigo y no la lógica del competidor. Y eso es parte de los problemas políticos actuales y es parte de los problemas políticos que vivimos entonces. Porque yo recuerdo reacciones cuando, por ejemplo, con Barrantes íbamos a saludar a los familiares de militares asesinados. Y es que claro que hemos denunciado el terror de Estado pero eso no significaba dejar de lado la denuncia enérgica de lo que originó ese terror de Estado; aunque detrás de ambos esté una realidad social que explica y no justifica lo actuado.
Me falta un punto, el papel de la izquierda en los derechos humanos. Creo que lo que he dicho señala un derrotero. El derrotero es que se defendió fundamentalmente a la gente afectada por el terror de Estado; y me acuerdo del razonamiento: el Estado tiene sus mecanismos para defenderse de quienes violan la ley y como tales son perseguidos. Otro factor es que se negaba la existencia del terror de Estado y había una cadena sistemática de impunidad. La impunidad no nació en el gobierno de Alberto Fujimori, ni en la Ley de Amnistía de Fujimori que combatimos hasta las tres de la mañana y que, me acuerdo, amnistió a todos los que hubieran sido condenados, por ejemplo, en la matanza de los penales y de 1980 para acá. Por tanto, cumplió lo que corresponde a la lógica de impunidad.
Pensando en el futuro lo único que puedo decir es que las condiciones estructurales no han cambiado. Que la reparación tiene que producirse desde un Estado pobre, famélico; pero que tiene que hacerlo en gestos, en especies y en dinero donde sea posible. No creo que los casos emblemáticos que han dado cheques bastante grandes sean generalizables. Pero creo que es un punto que no se puede dejar de lado y es parte esencial del proceso de reconciliación. Creo también que todo lo que hemos vivido puede repetirse, y puede repetirse no sólo por lo que ha pasado ayer, sino porque aquí sigue habiendo exclusión, miseria, racismo y enorme falta de solidaridad. Y esos componentes no son componentes de una democracia porque generalmente las democracias han estado compuestas por las clases medias. A los europeos, la experiencia de Adolfo Hitler y Benito Mussolini les enseñó que tenían que compartir si querían democracia y por eso nació el Estado de Bienestar. Muchas gracias.

Salomón Lerner Febres:
Muchas gracias Congresista Pease. La CVR lo ha escuchado, el país también. Nosotros en tanto CVR reservamos nuestra palabra para el informe final. Hemos terminado la primera parte de esta sesión. Vamos a dar inicio a una segunda parte, bastante más breve, en donde la CVR invitará a las personalidades que han hablado ya a que presenten lo que hemos dado en denominar Perspectivas. Es decir, a partir del balance se plantean los siguientes temas:

Las responsabilidades que deben asumir el Estado y la sociedad frente a la atención y reparación de las secuelas y las víctimas del conflicto.
La apreciación de las posibilidades de la repetición del conflicto, teniendo en cuenta que vivimos en una época distinta y, ¿cuáles serian las alternativas de prevención de un eventual conflicto?
Finalmente, les pedimos hacer una referencia a los problemas sociales pendientes y al espacio más adecuado para el proceso que nos atañe a todos los peruanos que es el de la reconciliación. Queremos saber si la reconciliación es para nuestros invitados un objetivo relevante y cuál creen que es la relación que tiene esta reconciliación con la democracia constitucional.
En buena medida, algunos de estos temas han sido tocados ya por los expositores en su primera presentación. Tienen por lo tanto, un máximo de diez minutos para exponer sus puntos de vista. Invito al señor Mario Huamán a que suba al estrado.

Mario Huamán:
El segundo aspecto que debemos abordar tiene que ver con la perspectiva nacional, se trata en efecto no sólo de analizar la violencia, sino también de mirar hacia delante con la idea de asegurar que los hechos aciagos que se produjeron en el país no se repitan más. Para que ello ocurra, hay que asegurar un conjunto de políticas que respondan a los requerimientos de la coyuntura, además, por cierto, acciones de mayor trascendencia que ayuden a aliviar las tensiones sociales. Desniveles sociales extremos, inmensos como los que ocurren en el país con el desempleo y la pobreza extrema; enfrentamientos agudos y represiones injustificadas ejercidas contra el pueblo, son siempre caldo de cultivo de la violencia en todas sus formas. Lo modo ocurre con la miseria creciente, el desgobierno social y la ausencia de cultura democrática entre la población.
Hay que diferenciar, entonces, dos planos del debate: El primero, tendrá que ver con la situación concreta de los problemas que se presentaron antes y con la necesidad de enfrentar sus posibilidades de resurgimiento. El segundo, con la urgencia de superar los desniveles sociales y hacer frente a la crisis social que nos oprime. Ambos planos deberán enfrentarse con el desarrollo de una firme conciencia democrática, con políticas que lleven a la justicia social una educación responsable, que hable a la gente a partir de sus derechos y de sus deberes sociales y que planteé los requerimientos del país como un reto colectivo que debemos enfrentar todos los peruanos. Se habla con frecuencia de la necesidad de reconstruir los hechos para construir la verdad de lo ocurrido. Y es cierto, sólo la verdad nos permitirá mirar con confianza el porvenir, sólo la verdad nos ayudará a conocer los entretelones de una crisis que hay que superar. Pero la verdad no es suficiente. Así lo han entendido los gobernantes que han insistido en la necesidad de llamar también a la Reconciliación Nacional para salir adelante. ¿Cómo hacerlo entonces? ¿Cómo reconciliar al opresor y al oprimido? ¿Al asesino y a su víctima? No resultará esto nunca una tarea fácil. Hay, sin embargo, tres pasos que deben ser tomados en cuenta:

  1. Saber la verdad, descubrir los hechos. Ocultar lo ocurrido, echar un manto de olvido sobre la sangre derramada no ayudará a nadie; por el contrario, incrementará el resentimiento social y finalmente se convertirá en una nueva herramienta de confrontación. Por eso como CGTP valoramos, apoyamos y respaldamos el trabajo que vienen realizando los miembros de la CVR.
  2. Reparar los daños causados a las víctimas. Esto pasa en primer lugar por encontrar a los desaparecidos, vivos o muertos, pero encontrarlos. No caer en el fácil expediente de pedirle a los familiares de los que una vez fueron capturados para nunca volver, que se olviden, que no recuerden, que ya no será posible nada. No. Si los desaparecidos murieron, hay que encontrar sus cuerpos, conocer las circunstancias de su muerte, saber cómo cayeron y tener una idea clara de quiénes los mataron. En segundo lugar, pasa también por la necesidad de entregar reparaciones materiales a los familiares de los fallecidos que muchas veces fueron los hombres de la casa, los padres de familia, los que mantenían el hogar. De ellos dependía el pan de sus hijos y de pronto se perdieron, desaparecieron del escenario y dejaron una estela de angustia que jamás se borrará del rostro de los suyos.
  3. Sancionar a los culpables de los crímenes constituye un paso indispensable. Esto implica eliminar de una vez para siempre el precario concepto de la impunidad.

Algunos dirán que demandarlo es una manera de atizar rencores, que es mejor simplemente echar tierra sobre los sucesos como si se tratara de echar tierra sobre la tumba de un difunto. En esa idea se basan las leyes de amnistía que se dieron en nuestro país y en otros en el pasado, o las llamadas leyes de punto final que pretendieron esconder los hechos y detener las investigaciones de los mismos. Una persona absolutamente insospechada de extremismo podría ser citada en esta coyuntura, me refiero al General argentino Martín Balza, quien recientemente visitó nuestro país y dijo en una entrevista publicada hace muy poco, refiriéndose a los altos mandos militares de su país: “Es ridículo que los niveles superiores puedan invocar obediencia debida, pues en estos niveles nacían las órdenes, quienes ocuparon cargos de relevancia, que son pocos, es un número que no llega a tres dígitos, deben responder a la justicia”. Y es así, en efecto, y el propio General Balza lo reitera: “el paso más importante hacia la reconciliación debe ser la anulación de la Ley de Amnistía para los generales que tenían dominio del hecho y poder de decisión”. Y es que el pasado no se puede olvidar y quien quiera olvidarlo tendrá como castigo ver como éste se repite a futuro. Muchas gracias.

Salomón Lerner Febres:
Gracias a usted Señor Huamán. Invitamos al Congresista Javier Diez Canseco a hacer su presentación.

Javier Diez Canseco:
Tres son los asuntos que han sido planteados respecto a perspectivas.

En primer lugar, las responsabilidades de todos frente a la reparación actual de las secuelas y las víctimas del conflicto. Creo que la responsabilidad de todos en este terreno, señor Presidente, señores y señoras miembros de la Comisión, es hacerle paso a la verdad y hacerle paso a la verdad es la responsabilidad a la que esta Comisión está contribuyendo. Se trata de una responsabilidad que no debe ni desmoralizar a los institutos armados y policiales ni pretender que es causal de debilidad de las instituciones estatales fundamentales; porque la verdad es un elemento fundamental para corregir el error y para evitar la repetición de conductas que han tenido un costo enorme para el país. No desmoraliza, en este sentido, sino que dignifica a las instituciones y sus componentes el asumir la verdad. Ello debe incluir, en nuestra opinión, también la verdad de los llamados grupos paramilitares que, en realidad, no han sido sino, en la mayoría de los casos, estructuras de las propias instituciones que desarrollaron accionar ilegal, no estructuras paralelas a las militares o policiales, sino integrantes de éstas. Hacer verdad sobre ello contribuirá a eliminar la posibilidad de que esto se repita.
En segundo lugar, implica, como ha sido planteado aquí, la posibilidad de abrir paso a la justicia; porque entre la verdad y la reconciliación, media la justicia. Y es la justicia la que hace posible luego la reconciliación e inclusive los elementos de perdón que una sociedad considere necesarios llevar adelante para posibilitar esa reconciliación. Si no hay justicia el perdón es imposible en cualquiera de sus dimensiones y la herida continuará abierta.
En tercer lugar está el tema de un proceso de reconciliación, y este proceso de reconciliación implica una reparación de víctimas y de secuelas. Esa reparación, en nuestra opinión, debe ser, en primer lugar, moral. El país debe dar un reconocimiento a las víctimas fundamentales que son en su gran mayoría los sin nombre, los que aparecen registrados en las noticias periodísticas de la época como un número y no como personas. Y ese reconocimiento implica un proceso de reparación que incluye modificar las condiciones de exclusión a las que se ha hecho reiterada mención en este proceso. Esa reparación implica también un cambio cultural y de sentido común frente al desarrollo de la violencia; implica cultivar una cultura de tolerancia y de diálogo sin con ello eximir las diferencias y la existencia de contradicciones que deben ser adecuadamente procesadas. Es evidente también, que la corrección o la reparación de las secuelas implica un conjunto de políticas del Estado y de la sociedad para poder reincorporar o readaptar a la vida social a sectores, a personas, a familias que han sido muy dura y brutalmente golpeadas; y esto incluye en las políticas del Estado desde el tratamiento psicológico hasta la inclusión institucional que abrigue determinados derechos fundamentales de las personas.
Es indiscutible para nosotros, desde la segunda interrogante que se plantea, la apreciación de posibilidades de que se repita un conflicto interno armado y de cómo enfrentarlo. Hay que señalar, como han hecho otros, que las condiciones de injusticia y exclusión tienden a alentar condiciones de violencia que podrán tener expresión organizada armada o podrán tener expresión en explosiones sociales disgregadas pero igualmente violentas y han de constituir un factor central de inestabilidad. Creo que la mayor responsabilidad para resolver este tema corresponde a quienes han sido calificados desde tiempo atrás como capas dominantes más que capas dirigentes, y que deben reflexionar si continuarán teniendo como proyecto de país, vivir en casas rodeadas por cercos alambrados electrificados; con “guachimanes” en las puertas; y niñas y niños que van al colegio con guardaespaldas, o tienen disposición a construir una sociedad diferente compartiendo con los demás y tolerando las diferencias. Creo que este proceso es fundamental y que el evitar la repetición de un conflicto en este sentido, pasa también por producir modificaciones en el sentido común y organizar las visiones o propuestas de país como proyectos políticos orgánicos.
Creo que una condición fundamental, para prevenir nuevos procesos de violencia, es la institucionalización de las opciones políticas en el país, el enfrentar desde los políticos la lucha contra la disgregación de fuerzas. En este terreno es central, en lo que compete o a los sectores de izquierda y centro izquierda; a los que creen en la equidad e igualdad de oportunidades; en la justicia social; en la democracia participativa; en la descentralización efectiva; en el desarrollo del país equilibrado y articulado, el poder manifestar ésa como una expresión válida, organizada con rostro y estructura, con movimiento y con acción; porque ante la ausencia de canales el desborde es muy probable. Creo que este es un reto fundamental desde el ángulo de quienes hoy presentamos testimonio y visión sobre este problema ante el país, y una tarea que no podemos obviar. Finalmente, creo que constituye un elemento central para la consolidación de la democracia política, el desarrollar un encaramiento de problemas sociales pendientes que tienen una agenda de corto, mediano y largo plazo.
A corto plazo, creemos que es inevitable, si es que se pretende obviar las condiciones para nuevas secuelas de violencia en el país, el encarar los retos de una distribución más equitativa de la riqueza que tiene entre sus herramientas fundamentales el tema de una profunda reforma tributaria para enfrentar inequidades y distribuir de mejor manera lo que socialmente se produce. En segundo lugar, se debe encarar una responsabilidad global, mundial, frente a las condiciones de desigualdad en determinados países y posibilitar las condiciones de su desarrollo. Dicho de otra manera, se debe encarar el tema latente y reiteradamente presentado de la deuda externa y las condiciones de nuestros países para tener opciones de desarrollo económico y de un Estado que tenga política y moral frente a la población. Ello pasa por un Estado que actúe con transparencia, que enfrente la corrupción y que tenga equidad en el desarrollo y condiciones laborales de sus propios servidores, para así terminar con la desigualdad de condiciones de los diferentes sectores que hacen inviable el desarrollo de un aparato funcional estatal efectivo.
En el mediano plazo, esto pasa por el desarrollo de un proyecto de país donde sea posible dialogar entre opciones diferentes para poder encontrar puntos de entendimiento como nación con los enfoques y particularidades que cada cual tenga desde sus opciones ideológicas y políticas. El Perú, como nación, requiere de una articulación que reconozca las diferencias y pueda procesarlas. En ello, sin duda, están también en el corto plazo, todos los elementos que tienen que ver con la reparación económica; el reconocimiento de los derechos legales; las posibilidades de reinstalación de las víctimas; y lo que es también fundamental, una reorganización de nuestros institutos armados y policiales a efecto de que estén en condiciones de encarar estos nuevos retos. Pero ello no podrá hacerse si desde la civilidad no se enfrentan paralelamente las responsabilidades que le competen en este terreno para poder llevar este proceso adelante. Éste es nuestro criterio sobre estos temas. Muchas gracias.

Salomón Lerner Febres:
En tercer lugar, invitamos a hablarnos de las perspectivas, al señor Alberto Moreno del PCP-PR.

Alberto Moreno:
En la historia de los pueblos hay momentos cruciales, momentos de grandes crisis que son precisamente las oportunidades para los grandes cambios. O se aprovechan para modificar no solamente las estructuras establecidas sino la mentalidad de la gente, o se pierden esas oportunidades. Por eso en la primera intervención me refería a ese problema. El ingreso al siglo XXI era una oportunidad excepcional para ubicarnos bien en este siglo, sino lo hacíamos podíamos avanzar a convertirnos penosamente en un país inviable. Desafortunadamente, la política peruana no está pensada de esa manera, por eso nos consumen asuntos pequeños; importantes, sin duda, pero que, considerada la dimensión de los problemas que tenemos que enfrentar, no le corresponden.
En lo que se refiere al problema del primer punto tiene que darse un reconocimiento explícito de todos los sectores comprometidos de lo que ha ocurrido, comenzando por las Fuerzas Armadas. No se puede rehuir una actitud autocrítica, severa y seria que quede como testimonio de que las cosas ahora en adelante van a cambiar. Y esto también nos incluye, a los partidos políticos, que, de todos modos, debemos asumir y reconocer públicamente que, en muchas cosas, también fallamos y no estuvimos, por distintas razones, a la altura de las responsabilidades que nos correspondían. La gente ya no quiere demagogia, no quiere discurso fácil, ni promesa fácil. Hay que recuperar la credibilidad de la población sin la cual no es posible la gobernabilidad de un país. La gente tiene que creer en algo, tiene que tener fe, tiene que tener confianza y esto es lo que se ha perdido. En segundo lugar, se debe dar reconocimiento a toda esa gente que sufrió, que padeció tremendamente; gran parte de ella, injustamente y a la que el Perú le debe mucho, y justamente porque el Perú le debe mucho, tenemos que reflexionar para que no vuelva a ocurrir una situación parecida.
En lo que se refiere a las posibilidades, el Perú tiene muchas. Nosotros estamos trabajando sobre tres ideas que quizá no las tomen en cuenta. Decimos que la República, que se funda en 1821 y está colapsada, pudo y debió resolver grandes temas que le correspondían pero no lo hizo. Ni siquiera fue capaz de crear mercado nacional; no pudo integrar el Perú; no pudo descentralizar como una condición esencial para el desarrollo; no pudo construir un estado estable, democrático y moderno; no pudo crear una nación que se convirtiera en el factor de cohesión de un pueblo como el nuestro. Ahora que se habla de la globalización pareciera que la nación no tiene sentido, pero todo pueblo que ha querido construirse con fuerza lo primero que ha buscado es su cohesión nacional, construir su mercado nacional. Eso lo hicieron todos los países capitalistas y esto no se ha construido en el Perú.
Entonces hay que refundar la República, hay que tener el coraje de decir: “pudimos hacer, no lo hicimos, empecemos a hacerlo”. Pero eso requiere que se discuta un proyecto lo más amplio posible. No proponemos un proyecto socialista, sino que se cumplan las tareas históricamente no resueltas y que se avance más a tono con los cambios y las exigencias del mundo moderno. Es imposible, es inviable resolver los problemas del país sino entramos, por ejemplo, como ejes, en la educación, la ciencia y la tecnología. No es imposible y así como esto hay muchos campos sobre los cuales debiéramos discutir los políticos y decir en qué nos ponemos de acuerdo. Independientemente de las diferencias ideológicas que van a haber, diferencias de programas que van a subsistir, pueden haber puntos fundamentales de conexión para salir adelante. Requerimos construir una nueva cultura política, la nuestra, incluida la de la izquierda, incluida mucho de los que practicamos en mi partido, tienen viejas reminiscencias coloniales y el caudillismo es un ejemplo de eso. Hay que renovar la política a fondo; no se trata de cambios de líderes, de cambio de personas sino de una manera distinta de ver la democracia, de entender la política y también el Estado.
Desafortunadamente, estos temas están ausentes y mientras no encaremos estos asuntos y empecemos a resolverlos incorporando a la población en este proceso histórico, podrá haber eclosiones sociales y probablemente, ojalá no, situaciones de violencia. Ya no podemos contentarnos con una democracia que se reduce a votar cada cinco años. Requerimos una democracia donde la gente opine, donde la gente decida, donde la gente diga “yo manejo, yo oriento, yo soy dueño de este país”. Por eso, como aquí se ha repetido varias veces, el tema central es la exclusión que tiene distintas manifestaciones y un país de excluidos no es un país con la gran unidad que se necesita.
Pensamos también que debemos romper, como se ha dicho aquí, viejas tradiciones sectarias que surgen precisamente de esa visión excluyente, que nos afecta a todos. Yo quisiera decir al auditorio que quién no sea sectario arroje la primera piedra. Y vamos a sentir que en el fondo tenemos algo de eso. Entonces, esto es una tarea de renovación intelectual y cultural que nos abarca a todos. Por eso, decidimos avanzar a construir una nueva cultura política que permita que este país aproveche las enormes potencialidades que hoy tiene, y que, si pierde, seguramente en los próximos treinta años nuestra situación será aún más penosa.
Las perspectivas que se abren a nuestro juicio son dos: o aprovechamos esta coyuntura histórica para dar el salto que se requiere o continuamos en la rutina en que nos encontramos, y la situación será muy oscura. En mi primera participación decía: “parecemos un barco que no tiene puerto seguro”. Y un país tiene que saber a dónde va y cómo va llegar a ese objetivo. Sobre estas cosas quisiéramos que se discutiera como una condición para encontrar un ámbito de estabilidad, un ámbito de orden, un ámbito de solución consensuada de todos los grandes problemas que tenemos en el país. Gracias.

Salomón Lerner Febres:
Muchas gracias señor Alberto Moreno, Presidente del PCP-PR. Invitamos al congresista Henry Pease a que nos dé su presentación.

Henry Pease:
Yo debería hablar menos porque me había adelantado un poco. Quiero comenzar felicitando de todo corazón a cada uno de los Comisionados y por supuesto a su Presidente por el valor de afrontar esta tarea que es vista de dos maneras: con esperanza por muchos y con miedo por otros. He vivido hoy en el Congreso en la sesión matutina dos o tres intervenciones que expresan ese miedo y yo no creo que las responsabilidades de algunas de esas personas o las de sus partidos no sean las mismas quizás en grados distintos, quizás en momentos distintos, que la de todos los actores de la política peruana de ese periodo. Somos además, herederos de un conjunto de problemas estructurales que no hemos podido manejar De alguna manera yo diría que no nos han dejado manejar porque la civilidad en los gobiernos del siglo XX ha sido minoritaria y porque durante los mismos, se han repetido procedimientos y actitudes propias de momentos de dictadura. Cuando yo fui por primera vez al Congreso, que fue el Congreso Constituyente Democrático (CCD), fui como quien va a un ring de box, eso era un ring de box; no tenia la menor intención de pactar, era esa la situación en la que estaba. No es ése el comportamiento que debe de haber en un Congreso como el hoy o como los que se den en un régimen más abierto.
Creo que hay que construir una cultura de paz que presupone justicia social e institucionalidad democrática, que tienen que ir juntas. Yo no siento que la acción más grave en materia de predecirnos una posibilidad de repetición de lo vivido se haya dado en el hecho de ayer, yo veo una continuidad de hechos en la cual la cultura de la violencia está absolutamente presente. Comenzando por el día anterior a la vigencia del Estado de Emergencia en Puno, cuando veo a un estudiante o a un conjunto de estudiantes lanzando piedras a otros o a quienes fuera. Quien lanza una piedra de ese tamaño puede matar a una persona. Y si ése es el medio para imponer sus ideas no sé qué estamos enseñando, no sé qué estamos haciendo en la universidad. Si no comprendemos eso, entonces el punto de partida va ser el mismo. Es cierto también que estamos en una situación particular, en una época en la que somos un país inviable, en la que si no se une toda Sudamérica no tenemos nada que decir en el mundo, tenemos muy poco que renegociar en deuda externa.
Y si hay una coyuntura especial que podría hacer que en estos años se avance, tanto en el tema de deuda como en otros temas de negociación internacional para abrirnos un poco la caja, porque lo que se me ocurre es que sólo tenemos pobreza para redistribuir. Todo el esfuerzo que se está intentado de desestructuración presupuestal para ahorrar y poder hacer más justicia, no llega ni va llegar a los setecientos millones de soles. Porque cada vez que vamos al Congreso con un presupuesto lo que viene es el margen de decisión que tiene, que es el de 18 % por lo menos, la cuarta parte es pago de deuda, y luego son sueldos, y luego son pensiones; de cada sol que paga la Oficina de Normalización Previsional (ONP), sesenta y seis centavos son parte del presupuesto de la República. Se comió el fondo a lo largo de varios gobiernos. Cultura de paz y tolerancia tienen que tener una base material y hay un elemento que para mí es fundamental y lo voy a explicar con la frase del congresista Herrera, once años y medio Alcalde de Ilo, nueve años Teniente Alcalde de Ilo. Cuando discutíamos el tema constitucional de cómo construir una democracia participativa, él decía: “en una familia si todos saben lo que ingresa y todos contribuyen a decir: “bueno, esto es para comida, esto es para pasajes, ya para esto no queda pero vamos a ver si juntamos para que el próximo mes quede”. Después hay paz, se sabe que la situación está así. Es decir, que hay un trabajo que supone distribuir mejor nuestra pobreza. Y eso que Javier señalaba como reforma tributaria y como reducción, la condena a dos tercios de la humanidad a una vida de pobre; pero la desigualdad es el factor de la exclusión más importante y más notoria. Por tanto, jugar en estos dos carriles puede ser una manera de avanzar. Por esa perspectiva de lo participativo es que creo que se ha dado el avance más importante en estos tiempos: el proceso de descentralización. Cuando en un año hayamos casi triplicado el porcentaje de lo que cada municipio recibe como fondos para su presupuesto y se haya reducido el equivalente del Gobierno nacional; estoy seguro de que ellos sentirán que, incluso en las acciones asistenciales, es posible la concertación como lo ha demostrado la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza. Muchas gracias.

Salomón Lerner Febres:
Muchas gracias congresista Pease García. Señores invitados, señores periodistas, damas, caballeros. La CVR agradece la participación de los señores Mario Huamán, Alberto Moreno, Javier Diez Canseco, Henry Pease quienes en representación de la CGTP, el PUM, el PCP-PR, e IU, respectivamente, han tenido la oportunidad que la CVR les brindó para presentar al país su balance de lo ocurrido, así como una reflexión sobre las perspectivas de futuro para el país.
Como he señalado en reiteradas oportunidades y con el riesgo de ser impertinente debo expresar que la CVR presentará sus conclusiones y recomendaciones en su informe final. No obstante, quiere destacar la importancia de esta sesión, y su confianza en que el proceso de verdad, justicia, reparación y reconciliación encuentre entre todos los actores públicos y privados, en el Estado y en la sociedad apoyo y participación activa. Con lo dicho declaro levantada la Primera Sesión de Balance y Reflexión, y les invito a la segunda que tendrá lugar el día de mañana a las diez de la mañana en punto con la participación de Acción Popular en este mismo local. Muchas gracias, buenas tardes.